Querida "discreta admiradora",

Siento no poder ofrecerle la disculpa que posiblemente merece. En primer lugar, debo decirle que me ha parecido un tanto hostil el tono de su carta. No sólo nos acusa de escritores, sino que afirma que el lenguaje soez y vulgar no enaltece nuestros trabajos. No contenta con esto, nos llama artistas y dice, así sin medias tintas, que la obra de un artista (y lo dice así, la obra de un artista, tengo su carta delante) merece un respeto.

Ante tales acusaciones, no puedo más que sentirme apenado porque tenga usted un concepto tan errado (y errante) de las sopitas literarias que aquí y allá se cuecen, y que acabarán por quemarle la lengua si las prueba tan precipitadamente (espero que no asocie la quemadura en la lengua con las eyaculaciones de textos, ya me entiende).

Sintiendo haber perdido ya a dos de nuestros tres lectores (y tú quédate ahí donde estas), se despide apenado,

uno